miércoles, 4 de enero de 2017

San Telmo Tango y Vino

Bitacora: Buenos Aires, Argentina
Febrero de 2014

"Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese que se yo, viste?
salís a caminar por arenales, lo de siempre: en la calle y en vos
cuando de repente detrás de un árbol aparezco yo,
mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a venus
te reís, pero solo voz me ves"

Intro Canción: Balada para un loco de Roberto Goyeneche

Me consideraba un amante del vino y el tango sin saber lo que era el vino ni el tango, hasta que anduve vagando por las calles de este bello rincon de Buenos Aires.


El barrio mas lindo y viejo de BsAs tiene un aroma a antaño y bohemia, casas viejas llenas de historias, murales, balcones, música en cada esquina y en las tardes afuera de algunos bares te puedes encontrar una pareja bailando tango, con la elegancia y sensualidad que lo caracteriza. Pase algunas noches en este paraje, caminando las calles parando en algun pequeño bar viejo y clásico, con un vino merlot en la mesa, un poco de humo en la cabeza y mis oídos embelesados por el sonido del bandoneon, la guitarra, la voz arenosa y polvorienta del cantante de turno; Todo un flashback a mis 6 años en casa de mi abuelo en Tunja, Colombia, donde en compañía de una guitarra y un wisky se regocijaban cantando alguna milonga de Carlos Gardel.

Viajeros y gente en el camino

Están los que te miran y los que no, están los que te saludan y los que no, están los que te abrazan y también los que nunca se olvidan, como los que te enseñan algo o los que no dejan huella, de seres hermosos esta lleno el camino cuando viajas.

Muchas veces en mi casa, en mi tierra la gente que me quiere y quiero, temen, ellos temen porque algún día me falte algo, temen por lo que me pase mientras viajo, temen porque me vaya a cruzar gente mala que me haga daño, temen porque creen que el mundo es como lo ven en noticias y como todo ser vivo, temen a lo desconocido, y en definitiva es ese instinto de supervivencia y de manada que llevamos dentro, cuidarme y cuidar a mi parche

la gente que te cruzas viajando esta siempre cargada de buena onda que recibe de toda la novedad del mundo que están conociendo y eso es lo que comparten, esa linda energía pues a la larga el viajar es una escuela tan fuerte que te cambia, te hace madurar, te hace mejor persona, he conocido gente que un viaje les ha cambiado la vida, me incluyo, moverse es una sensación que se vuelve adictiva

Gaston, Alex, Os David, Kevin, Charly, Michelle, Betsy, Jose, Marcos, Yusuf, Diego, Naty, Brian, Pili, Meli, Sofi, Sabri, Nacho, Sebas, Pablo, Morgan, Mia, Felipe, Francesco.. 

cientos de nombres, cientos de nacionalidades, muchos hermanos que me ha dado la vida, que como las estrellas, aunque no se vean todos los días, su luz siempre esta allí. 

Entre volcanes


Bitacora: Antigua, Guatemala. mayo 2016

Cuando abrimos las alas el viento nos lleva a lugares que no te esperas llegar, puede ser efectos del azar, puede que haya un plan de aquel impredecible elemento, nunca lo sabré, no me interesa, solo se que viajo con el viento simplemente abro mis alas y no vuelo, pero caigo con estilo. 


Guatemala, país de volcanes cultura maya, gente bella y amable, con manos color de tierra, huipiles de colores, ojos oscuros como la noche y sonrisas que te llenan de luz.

Uno de mis propósitos era subir hasta el Acatenango, un volcán situado cerca a la ciudad de Antigua desde donde se pueden avistar 4 volcanes mas, entre ellos el volcán de Fuego, este ultimo en constante actividad, durante el recorrido se puede sentir el cambio de alturas, en la vegetación, el clima y la falta de oxigeno, después de mas de 8 horas caminando llegamos a casi la cima del acatenango, desde donde durante toda la noche observamos una explosión tras otra del volcán de fuego, con cada estallido la tierra temblaba, saltaba lava y piedras volcánicas por los cielos, y yo estaba allí atónito y en silencio ante tal espectáculo de la naturaleza, a 3900 msnm a 3° centrados, en frente una vista increíble, sobre las nubes, al fondo el horizonte del océano pacifico, las lucesitas de la ciudad, una sensación inefable que te quita el aliento y te das cuenta que estas mas que vivo y la tierra también.