martes, 12 de octubre de 2010

Mujeres Fantasma


 Escuchando la cancion de Pedro Guerra sobre las Burkas, días atrás se me cruzó la frase “hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez” con la que Eduardo Galeano comienza su libro Las Venas Abiertas de América Latina, y pensaba en otra del mismo autor cuando falleció su amigo Mario Benedetti: “el dolor se dice callando”

Enfrente tenia un artículo escrito por Abul Saif Al, llamado “sobre Burkas, velos e ignorancia” en donde indignado reflexionaba sobre la ley de libertad religiosa, la cual paradójicamente prohibía el uso del Burka; y en mi mano tenia un periódico local, en donde se anunciaba un caso (siento tristeza al decir que es muy común en mi región) de abuso sexual en una niña por parte de su padre en la zona rural del municipio de Topaga.


Desde el miedo y el doloroso silencio, encuentro una innegable semejanza entre estos dos tópicos que desde su condición atentan contra el desarrollo de la mujer en su respectiva sociedad y los asocio con la cultura del miedo que describe Galeano en su libro, una cultura que es auxiliada por las guerras, los organismos de control y el afán consumista que nos hace esclavos del mundo; mundo en el que la mujer ha desarrollado un papel de cardinal importancia como madre protectora y progenitora de su especie pero a su vez, un ser vulnerado, silenciosa, oprimida y maltratada.

Muchas veces se habla de la imposición del uso del velo a la mujer, pero la verdad es que hay familias que lo usan por tradición y se empieza a vestir tras la primera menstruación
. El Burka ha sido denunciado en el mundo occidental como símbolo de la opresión a la mujer por parte del islam, régimen radicalmente patriarcal, calificado por la ONU como el más misógino del planeta y que ha condenado a sus madres, hermanas e hijas a una vida inexistente y silenciosa, sin los derechos básicos del ser humano. En la relativa­mente cosmopolita Kabul las mujeres todavía cumplen, por costumbre, algunas de las reglas más represivas de los talibanes: como el uso del burka, no poder salir sin la compañía de su esposo, no tener voz ni voto en gestiones políticas y ser victimas silenciosas del maltrato físico y sexual, Fuera de Kabul, sufren aún más. Hablamos de 23 países y más de 500 millones de mujeres.

Aun así el Burka hace parte de una tradición cultural y religiosa que nace como un legado dejado por el profeta Mohamed o Mahoma. Para muchas mujeres profesionales, liberadas del régimen y consientes de su condición, el Burka más que opresión es sinónimo de respeto por sus creencias religiosas y culturales, que literalmente cobija la dignidad de todo su pueblo.

Frente a esto, es preocupante la decisión de prohibir el uso de dicha prenda de vestir sin la cual muchas mujeres no se conciben, mediante una ley que paradójicamente fomenta la libertad. En una sociedad como la española que ya han superado muchas barreras de desigualdad y de aceptación de genero, parece que dieran varios pasos hacia atrás en materia de derechos humanos, es comprensible la intención “libertaria” de los europeos, como también es comprensible el miedo y la repulsión hacia “el velo del terrorismo”. ¿Habría que prohibir entonces el hábito a las monjas? Quienes por cierto, también han sido victimas de la discriminación de genero; ¿será que el destino de la mujer esta en cubrirse bajo las naguas (velos, hábitos, Burkas) de un dios que las proteja del hombre?

Ahora salto a Latinoamérica, específicamente a la manta de verdes prados y taller de la libertad, Boyacá, y revivo el caso que mencionaba al principio de este escrito. La situación para las mujeres no se aleja mucho de la realidad musulmana, pero a causa la ausencia de un elemento de asimilación visual como el Burka, no se le presta la misma atención, no capta la curiosidad del mundo y mucho menos esta en primera pagina en los periódicos. No digo que la condición de la mujer en nuestro país sea igual que la de medio oriente, pero si, que aun existe un velo invisible que oculta un escenario que diariamente nos abofetea con los hechos, luego (como bien nos enseñaron) ponemos la otra mejilla y nos azota con el látigo de la impunidad, y para finalizar permitimos que se repitan los incidentes, el padre vuelve a casa disgustado cumplir con sus deberes de abusador. Bien aplicada esta la enseñanza católica que cita en las sagradas escrituras “vale mas maldad de hombre, que bondad de mujer
” Eclesiastés 42-14

Cada día son mas las mujeres que se les arrebata el derecho a ser y desarrollarse como mujeres en un conflicto del cual jamás fueron participes pero del que son las mayores victimas, según el informe de UNIFEM en el 2004 la violencia sexual en las mujeres es una practica recurrente por los grupos combatientes en el contexto social-político, lo mas triste es que en su mayoría estos ataque son propiciados por la fuerza publica, quienes supuestamente nos defienden son quienes mas daño nos hacen, de 10 mujeres violadas 9 son victimas de la fuerza publica, 2 terminan en estado de embarazo no deseado y solo una denuncia
las demás, ahogan su dolor en el silencio.

Finalizo este texto recordando un mini cuento de Carlos Castillo “el hombre en el umbral”
pero ubicándolo en el contexto social femenino. Aquella mujer que esta tras el umbral y no puede atravesarlo, solo observa impotente una situación que cada segundo hiere mas su ya damnificada piel, no puede hacer nada frente a esta realidad; la mujer parada en el umbral observa callada y nuevamente maldice su condición de mujer fantasma.